¿Qué es el Dengue hemorrágico?

¿Qué es el Dengue hemorrágico?

El dengue hemorrágico, una variante grave de la enfermedad, presenta un momento crítico durante su curso: cuando la fiebre disminuye. En este punto, la consulta médica rápida es crucial para evitar complicaciones.

Este tipo de dengue, junto con la forma clásica de la enfermedad, surge tras la picadura de un mosquito infectado con el virus. El virus entra en el torrente sanguíneo, propagándose por el cuerpo y desencadenando síntomas característicos como fiebre, dolor muscular y de cabeza. Durante este período, conocido como viremia, se puede detectar la presencia del virus en la sangre mediante pruebas de laboratorio.

Sin embargo, el dengue hemorrágico, también denominado dengue grave desde 2009, puede manifestarse sin necesidad de una infección previa. Esta variante puede causar hemorragias y otros síntomas graves, como sangrado nasal, petequias (manchas rojas en la piel) y en casos extremos, shock hipovolémico.

Una característica clave del virus del dengue es su capacidad para hacer más permeables los vasos sanguíneos, lo que puede provocar extravasación de plasma y pérdida de líquidos. Esta pérdida puede desencadenar el shock por dengue y hemorragias graves.

Los signos de alarma del dengue incluyen:

  • Dolor abdominal intenso
  • Vómitos persistentes
  • Sangrado de mucosas
  • Somnolencia
  • Irritabilidad
  • Dificultad para respirar
  • Ictericia
  • Taquicardia
  • Convulsiones
  • Otros síntomas relacionados con los órganos afectados.

Es fundamental que ante la aparición de estos signos de alarma, se busque atención médica de inmediato. Además, se deben reforzar las medidas de prevención, como:

  • Eliminar todos los recipientes en desuso que puedan acumular agua (latas, botellas, neumáticos, etcétera) dentro y fuera de la vivienda o el lugar de trabajo.
  • Dar vuelta, tapar o resguardar los objetos útiles que se encuentran en el exterior y pueden acumular agua de lluvia o riego (baldes, palanganas, tambores, juguetes, etcétera).
  • Cambiar regularmente el agua de bebederos de animales; cubrir y desagotar los colectores de desagües de aire acondicionado o lluvia y evitar mantener plantas en recipientes con agua sin cambiarla frecuentemente. Cepillar o frotar las paredes internas de esos recipientes cada dos o tres días para desprender los huevos de mosquitos que estén adheridos.
  • Evitar que se forme un charco en la parte superior en las macetas o los contenedores de plantas. Rellenar los portamacetas con arena para absorber el excedente de agua de riego.
  • Mantener los patios y jardines desmalezados.
  • Destapar canaletas y desagües de lluvia.
  • Verter agua caliente (100°C) en las paredes de rejillas de desagüe y colocarles mallas metálicas o tela mosquitera.
  • Mantener tapados los tanques y recipientes (aljibes, cisternas, etcétera) que se usan para recolectar y almacenar agua, evitando dejar espacios o aberturas por donde los mosquitos puedan ingresar.
  • Mantener limpias y cloradas las piletas de natación. Cubrirlas cuando no se utilicen.
  • Usar repelentes de acuerdo a la edad y según las recomendaciones del envase.
  • Utilizar ropa clara que cubra brazos y piernas, especialmente durante las actividades al aire libre.
  • Ahuyentar los mosquitos en el domicilio o lugar de trabajo con tabletas, aerosoles (interior) y/o espirales (exterior), de acuerdo con las recomendaciones del producto.
  • Colocar mosquiteros en las puertas y las ventanas.
  • Proteger camas, cunas y cochecitos de bebés con tules o telas mosquiteras.
  • Extremar estos cuidados preventivos durante el embarazo.

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